Un flor de golpe “blando”
- julia goldenberg
- 29 ago 2016
- 5 Min. de lectura

Por Julia Goldenberg, periodista
Un golpe a la democracia
“Nao vai ter golpe” (“No habrá golpe”) coreaban miles de brasileños en las calles, en defensa de la presidenta Dilma Rousseff electa democráticamente, mientras en el Congreso diputados y senadores votaban a favor del impeachment en nombre de la familia, de Dios, pero nunca de la Constitución. Afuera, la gente de piel oscura, de procedencia lejana, sobre todo trabajadores y pobres, saltan, gritan, cantan, tiran bengalas, transpiran y sufren. Adentro, todos blancos, en su mayoría hombres vestidos de traje, se dan la mano con el capital financiero y con esa mano votan el hambre del pueblo.
En la actualidad las fuerzas armadas tienen poco rating televisivo y la violencia es fácilmente repudiable por una población que consume horas de discursos mediáticos favorables al poder económico. Entonces quienes quieren llegar al poder empezaron a diseñar nuevas estrategias: la idea es poner a las instituciones en contra de la democracia. Algunas veces desde el poder judicial, otras desde el parlamento y muchas en las calles, generando caos y violencia. Así, cuando los poderes económicos no son influyentes en el congreso, la casa de gobierno o los tribunales, avanzan por el lado del “golpe blando” o “golpe parlamentario”. Los primeros antecedentes en la región se dieron en Venezuela contra el presidente Hugo Chávez en 2002 y en Ecuador contra Rafael Correa en 2010. A estos intentos se suman los concretados contra los mandatos de José Manuel Zelaya (Honduras) en 2009, Fernando Lugo (Paraguay) en 2012 y contra Rousseff (Brasil) en 2016.
Cronología
En 2014 Dilma ganó las elecciones presidenciales por una escasa diferencia contra Aécio Neves, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB). Aunque 54,5 millones de personas la votaron para que llevase adelante su segundo mandato que culminaría en 2018, el 12 de mayo de 2016 se inició el proceso de juicio político que interrumpió el curso de la vida democrática de Brasil. El proceso fue impulsado por el presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha (PMDB). Cabe destacar que Cunha fue apartado de su cargo recientemente, acusado por el Tribunal Supremo de intimidar a legisladores y de obstruir investigaciones en su contra.
Durante las Olimpíadas continuó el desarrollo del proceso mientras la prensa mundial contaba medallas de oro, evaluaba a los deportistas más sexys y se escandalizaba con algún dato de color irrelevante. En paralelo los manifestantes eran reprimidos en las inmediaciones del Maracaná y algunos ciudadanos aprovechaban las cámaras para encajar dentro del cuadro los carteles con la leyenda “Fora Temer”. En este contexto, el 9 de agosto, la segunda fase del impeachment, llamada “sesión de pronunciamiento” concluyó con 59 votos a favor de la continuidad del juicio político para destituir a la presidenta electa. El representante de la Comisión Especial del Impeachment, Antonio Anastasia, presentó el informe acusando a Dilma de violar leyes de responsabilidad fiscal y de presupuesto, la famosa “pedalada fiscal” de la que se la acusa.
De acuerdo a muchos especialistas, Rousseff no es culpable de lo que se la acusa y en todo caso existe un sobredimensionamiento de estos hechos que no justifican la destitución de un presidente. Es decir, las razones para desplazar a Dilma son meramente políticas. Además, resulta paradójico que quienes están involucrados en actos de corrupción (entre lo senadores se cuentan 49 de los 81 que componen la Cámara) son todos los protagonistas que llevan adelante su destitución. Desde el presidente interino, Michel Temer, pasando por Eduardo Cunha y de ahí para abajo la lista es enorme.
El 25 de agosto inició la última fase del impeachment que concluiría supuestamente el 29 de este mes cuando el Senado defina si Rousseff es destituida de su cargo definitivamente, lo cual abrirá el panorama para escenarios políticos diversos. Sin embargo, hasta el momento el clima de tensión en el senado no permite avanzar en este proceso.
¿Cómo sucedió?
Dilma representaba para la población la continuidad de los logros sociales del PT y del proceso de ampliación de derechos y justicia social de los últimos años. En cambio, para la oposición (evangelista, conservadora y misógina) Dilma era una amenaza de consolidación del PT en el poder y en consecuencia un límite para los intereses concentrados. Además, como se verificó con la filtración de una charla telefónica de Romeo Jucá, ministro de Temer, Rousseff obstaculizaba el cierre de la investigación del caso “Lava Jato”, que complicaba a un gran porcentaje de políticos en el caso de corrupción más grande del que Brasil tiene memoria. Según esta perspectiva, el PT no podía seguir gobernando mucho tiempo más y aunque ganaron las elecciones, se mostraron vulnerables por primera vez en mucho años.
La noche del reveillon de 2016, en alguna playa de ipanema se escuchaba “¡Feliz ano novo!”, seguido de “¡Fora Dilma!”, inmediatamente rebatido por “¡Fica Dilma!”. Ipanema no sintetiza para nada la realidad de los 190 millones de habitantes que ocupan el territorio brasileño, pero la expresión de aquella noche era la de un clima social efervescente que adelantaba, como mínimo, un conflicto latente. Sin embargo, la idea que instaló el grupo mediático Globo de que la población pedía la destitución de la presidenta es falsa. El gobierno de Dilma estaba debilitado pero el bombardeo mediático y la persecución judicial y política a las cúpulas del PT fueron muy destructivos.
Muchos especialistas coinciden en que el camino de ajustes en los que se aventuró Dilma la llevaron a un callejón sin salida, erosionando el apoyo de las bases populares. En este sentido, Eduardo Crespo, Dr. en economía, profesor de la UFRJ y de la UNM, expuso un análisis en la Facultad de Economía de la UBA[1], donde señaló que el ajuste no tenía una respuesta aparente desde una necesidad macroeconómica. Es decir, adjudicó la causa de estas medidas a cuestiones políticas, pero sin aventurarse en ninguna hipótesis concreta.
Quizás esto responde a lo que Jean Willys, diputado del PSOL, expresó en numerosas entrevistas donde dijo que la presidenta cometió errores pero que los errores no equivalen a crímenes. En otras palabras, el juicio no tiene un sustento jurídico, es eminentemente político. En este sentido, la lectura del periodista brasileño Eric Nepomuceno es interesante para comprender el debilitamiento del gobierno de Dilma. El autor planteó en una nota publicada en Página/12 llamada “Lula en su laberinto”[1], que desde el segundo mandato de Dilma hubo un distanciamiento entre la mandataria reelecta y el ex presidente, Lula da Silva. En efecto, el gabinete de Rousseff no contaba con hombres de Lula y la presidenta tomó decisiones desoyendo las advertencias de su antecesor sobre la peligrosa figura de Eduardo Cunha, orquestador principal del impeachment en su contra. Es decir, la lectura de Nepomuceno confirma que la pulseada política la ganó la oposición por causa de un debilitamiento interno del PT y abona la teoría de Crespo quien atribuye el ajuste y la austeridad a causas políticas. Víctima de presiones, chicanas y aprietes, Dilma acorralada no pudo comenzar a gobernar.
Jaque mate
La movida de la oposición consiste en anular la posibilidad de que Dilma se pueda presentar nuevamente a elecciones, luego cerrar el caso Lava Jato y finalmente soltar a todos los jueces rabiosos a la cacería de Lula. En contrapartida, la jugada con la que insiste Dilma es la de realizar un plebiscito para adelantar las elecciones presidenciales de 2018. Esto obedece a una estrategia basada en el poco apoyo popular con el que cuenta Temer. Además, este gesto llevaría a restablecer la institucionalidad que ha sido vulnerada con este proceso y podría salvar a Lula (que sigue liderando las encuestas) de la persecución judicial que sufre desde hace varios meses. Todos saben que el ex presidente sigue siendo el político más popular de Brasil, la opción de izquierda por excelencia, el líder carismático irremplazable (problema del sufren todos los procesos latinoamericanos). Él es el único candidato popular para restablecer un horizonte político-institucional en Brasil, siempre y cuando la judicialización de la política, que acosa a toda América Latina, no consiga un jaque mate.
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[1]Conferencia organizada por Plan Fénix, un grupo de economistas que desde fines de 2000 está discutiendo, en el ámbito de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, los problemas centrales de la economía argentina
[2] http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-299391-2016-05-15.html
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